El día 3 de marzo era viernes, un día muy especial porque siempre se llega agotado y el día siguiente es fiesta, pero ese viernes era aún más especial: era el último día de clase antes de las vacaciones. La sensación más clara que se respiraba ese día en mi centro era la prisa, prisa por cumplir el trámite del último día, prisa y alegría, todo quedaba aparcado y durante una semana íbamos a hacer otra cosa, o simplemente íbamos a no hacer nada, sobre todo después de la vorágine de las evaluaciones que habían terminado unos días antes.
En vacaciones una de las cosas que má…