Todos los que trabajamos con niños de estas edades sabemos que ningún material u objeto les parece “bueno” si antes no ha pasado por su boca. Cuando se pone pintura a su alcance, el primer impulso es meter las manos en ella, llevársela a la boca y probarla. Así comprueban mejor su textura, temperatura, sabor, etc. Si la sensación es agradable, el material les produce sensación de seguridad y su decisión será continuar con la actividad; si después de hacer la “prueba”, no les convence, abandonan rápidamente y desconfian de lo que se les ofrece.
Ante esa necesidad que tienen los niñ…