La lengua puede ser de todas y de todos: no es un sistema rígido, cerrado a cualquier mutación sino, al contrario, el cambio está previsto en sus mismas estructuras; es un sistema dinámico, un medio (medium) flexible, en continua transformación, potencialmente abierto a escribir en él infinitos significados, y por ello prevé también la expresión de la experiencia humana femenina (Graziani 1992 [1997: 35]).
Desde hace ya unas cuantas décadas, la sociología, la antropología o la psicología, así como la investigación feminista, han señalado, a través de rigurosos estudios, las …