Una madre perfecta sabe perfectamente que no hay madres perfectas, ni mucho menos. Una madre perfecta descubre que no hay edad, hora ni momento concreto para empezar a educar: se hace desde el principio. Una madre perfecta se da cuenta de que no hay hijos perfectos y de que todos tienen un poco de todo. Una madre perfecta sabe que poner límites y hacer que se respeten es un acto de amor. Una madre perfecta sabe que hay amores que matan y por eso prefiere, mil veces más, proteger que sobreproteger. Una madre perfecta aprende a confiar en sus capacidades para educar y en las capacidades del…
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