Cuando los niños y niñas llegaban al aula, en este marco de música y movimiento, les ponía alguna audición y muchos se movían libremente al ritmo de la música. A medida que pasaba el tiempo y estaban ya más adaptados, sin lloros y sin penas por las mamás, iban uniéndose algunos más. Sin saber cómo, yo entendía que estos niños sentían un cierto atractivo por la música y, así, era raro el día que no terminábamos bailando y cantando sus canciones preferidas. De esta manera, los más tímidos se iban subiendo al carro de la alegría y de la espontaneidad. Era muy frecuente ve…
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